22NovLibertades en la crianza, ¿Cómo criar con disciplina? Enseñar en libertad y crianza conectada

Libertades en la Crianza | Tus hijos no son de tu propiedad

Este pasado 20 de noviembre se ha celebrado el Día Mundial del Niño porque marca la fecha en que la Asamblea de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño.

Resulta sorprendente que fuera necesario redactar unos derechos específicos para los niños, ya que en la Declaración de los Derechos Humanos, parece que no nos quedó del todo claro que los niños formaban parte de este colectivo.

Y es que es frecuente encontrarnos con situaciones cotidianas, más que aceptadas y normalizadas, donde se vulneran los derechos de los niños.

Los adultos nos tomamos unas libertades en la crianza que sin duda traspasan los límites del respeto hacia el otro, como si por ser niños y haberlos traído nosotros al mundo, pudiésemos llevar a cabo una educación irresponsable, sin poner ningún límite a nuestros actos.

Tenemos cierta sensación de libertad, incluso de impunidad, porque “mis hijos son míos, y hago con ellos lo que quiero”.

Estas libertades traspasan los límites incluso de lo legal. Pero está tan normalizado que parece que las relaciones entre adultos y niños se rigieran por otras normas, otras reglas no escritas.

Estoy convencida de que, en este punto de la lectura, todos estamos pensando en algo físico, en un maltrato que tiene mucho que ver con la violencia activa: pegar, gritar, castigar… 

Pero hay una violencia mucho más sutil, más silenciosa; y por desgracia, más extendida. La violencia pasiva. 

Este es un tema incómodo y que a menudo, cuando leemos sobre ello en nuestros primeros pasos en la crianza consciente o la crianza positiva, nos causa dolor. Puede que incluso lo neguemos en nuestro caso porque resulta muy muy duro reconocer que ejercemos esta violencia.

Pero ser conscientes de nuestros actos, es nuestra responsabilidad. 

La Crianza Conectada de la que tanto hablo, no va sólo de saber y reconocer cuáles son mis limitaciones y cómo lo hago de mal o de bien.

Va de conectarnos con nuestro más profundo sentir para poder sacar, verbalizar y así trabajar en todo aquello que me está obstaculizando un vínculo afectivo conmigo misma y con mis hijos.

Es a partir de esta honestidad con nosotras mismas, cuando podemos dar un vuelco de verdad y encontrar el equilibrio entre criar con libertad y con límites sanos.

Cuando nos quedamos embarazadas, soñamos con ese bebé, con su carita, con pasearle, portearle. Nos imaginamos cómo será nuestra relación en el futuro y creamos todo un mundo alrededor de su vida antes de que ponga un pie en este mundo.

En ese camino, desde la concepción hasta el parto, sin intención, vamos creando una serie de expectativas alrededor de la maternidad, creyendo o asumiendo que ese bebé será y se comportará de una manera determinada, crecerá y madurará de esta otra forma, iremos aquí o allá y nuestra relación y tipo de crianza será así o asá.

Incluso nos imaginamos llevando a cabo una maternidad consciente, pensando en detalles sobre el tipo de madre que vamos a ser. Inconscientemente, también dibujamos el tipo de hijo o hija que vamos a tener.

De forma frecuente, estas expectativas encierran una premisa: este hijo o esta hija que traigo al mundo, es mío.

Y no, no son de nuestra propiedad. Y sentir que sí, es encerrarles en una jaula, es privarles de libertades en la crianza.

Porque detrás de esta afirmación que sentimos como verdadera, hay una serie de condicionamientos.

Porque cuando algo es nuestro, lo queremos de una manera determinada. 

Cuando adquieres un coche, eliges el color y el modelo, cuando haces una comida, decides los ingredientes, cuando planificas tu viaje, lo haces a tu antojo y cuando decoras tu casa, lo haces a tu gusto. 

Son tus cosas, tus compras, tus planes.

Pero nuestros hijos e hijas no han venido al mundo para satisfacer nuestras necesidades. No han venido a llenar nuestros vacíos, ni a hacernos felices. 

Somos sus creadores, y los traemos al mundo para SER. 

Cuando les tratamos como una propiedad, decidimos su ropa incluso cuando ya pueden hacerlo ellos. Moldeamos su carácter manipulando su comportamiento con premios, chantajes y amenazas. Les inculcamos nuestra forma de ver el mundo, a menudo sin aceptar que en un momento determinado lo vean diferente. 

Y si a pesar de todo lo hacen, les tachamos de rebeldes, o nos sentimos decepcionados. En muchos casos, organizamos incluso su vida adulta.

Y no hace falta ser autoritario en nuestras crianzas para encerrar a nuestros hijos en la jaula de las expectativas adultas. Creer que nuestros hijos son nuestros, es universal y nos puede pasar a cualquiera, sin ser conscientes.

Ser respetuosos con nuestros hijos no es concederles todos sus deseos, sino reconocer cada una de sus necesidades.

Cuando nos convertimos en madres y padres, entramos en una etapa que nada tiene que ver con lo que tendríamos que haber vivido en la infancia. Cuando traemos una criatura al mundo, nos toca atender, nos toca dar. Y no siempre estamos preparados emocionalmente.

A veces pretendemos que nuestros hijos llenen nuestros vacíos y nos den el cariño que tanta falta nos hace. Y sobre todo, que tanta falta nos hizo. 

Pero ahora, ese vacío es nuestra responsabilidad y toca ponerse en marcha para solucionarlo o aliviarlo.

Porque ellos no han venido a hacernos felices. No es su misión. No han venido a suplir lo que nos faltó en nuestra infancia. No han venido a compensar nada. 

Han venido al mundo para que tú les des todo el amor que puedas y más. 

Es en este punto donde necesitamos tomar decisiones que nos acerquen a una educación en la que nuestros hijos sean libres para ser lo que son, pero con los límites necesarios para que se desarrollen con salud mental y seguridad.

¿Cuál es entonces el equilibrio entre Límites y Libertades en la Crianza de los niños?

Esta es una gran pregunta cuya respuesta aplicable a todas las familias sería la siguiente:

El equilibrio entre los Límites y las Libertades en la Crianza de los niños se encuentra en el punto en el que pueden desarrollarse con amor y respeto hacia todo lo que les rodea y hacia sí mismos.

Debajo de esta premisa, se encuentran múltiples modelos válidos. Tantos como familias. 

Esta es la magia de la Crianza Conectada. Una aventura en la que nos planteamos constantemente cómo podemos criar con disciplina, con límites sanos, y que al mismo tiempo no privemos a nuestros hijos de crecer en la libertad de ser quienes son.

No permitir a nuestros hijos crecer en libertad, es uno de los abusos más extendidos en la maternidad y en la paternidad. 

Es un tipo de abuso invisible, aceptado, escondido: el abuso emocional.

Este tipo de manipulación tiene su base, como decíamos anteriormente, en la creencia de que mis hijos son míos y hago con ellos lo que quiero. Asumimos que han de ser de aquella manera que a mí me agrada, y que les han de gustar las mismas cosas que a la familia. 

El abuso emocional es muy efectivo, ya que los niños, con tal de sentir que son vistos por mamá y papá, que son valorados y aceptados, irán modificando todo lo que sea necesario para lograr cumplir las expectativas de sus referentes. 

Y se transforman… dejando de ser ellos mismos. Se transforman en lo que tú quieres que sean.

Por eso creo firmemente que nuestros hijos, no son nuestros. Cuando creemos que sí, les amamos con condiciones, les aceptamos cuando son como queremos. 

Algo que es nuestro, queremos que esté a nuestro gusto y que satisfaga nuestras necesidades. 

Algo que es “del mundo”, lo aceptamos tal y como la naturaleza nos lo presenta. Lo cuidamos sin más objetivo que el de dejar SER. Velamos por su seguridad y atendemos sus necesidades sin mayor deseo que el de pertenecer. 

Pertenecer al mundo, a la vida, a su entorno… Tus hijos no son de tu propiedad. 

Los hijos son del mundo.

Una vez que integramos este concepto, que entendemos esta condición, podemos comenzar a encontrar el equilibrio entre límites y libertades en la crianza.

Te invito a leer este post en el que hablamos en profundidad sobre cómo limitar con conexión, donde podrás descubrir que los límites son más que una manera de educar con disciplina. 

Ojalá hayas podido encontrar en este post un espacio para la reflexión y te permita crecer en este viaje de la maternidad.

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